miércoles, 10 de noviembre de 2010

Cotidaneidad matando la impresión.

Es triste darse cuenta de que la maldad si existe. Sobre todo si uno la ve opacando el brillo en los ojos de unos niños. Me imagino que crecer en un medio hostil te va moldeando a medida que creces, y vas viendo que en tu medio, los ejemplos del más fuerte son los modelos a seguir por todos. No es normal caminar tranquilo y encontrarse con un grupo de 5 niños que avanzan en pose flaite y actitud intimidatoria, golpeando a patadas las micros y lanzando piedras. Lejos de ser una panorámica obnubilante en su momento, sobre todo por la edad de los “mini-flaites” (que no sobrepasaban los 12 años promedio), lo que me impresionó de sobremanera un rato después, fue que no me impactó tanto como a mi polola, que iba caminando conmigo. Y eso no dejó de demostrarme que a la larga uno termina mimetizándose con el medio. No transformándose en un agente nocivo, si no que en un espectador poco impresionable y aburrido de lo mismo, como la mayoría de la gente que camina por Santiasco.


Hace unos años atrás, esas cosas a mi me afectaban de la misma manera que le afectan ahora a ella. Lo que pasa, es que mientras yo llevo 4 años en Santiasco, ella lleva menos de 2. De todas formas, me da pena pensar que me he vuelto un insensible, o que lo estoy haciendo paulatinamente. Siempre me he sentido orgulloso de mi capacidad empática con respecto al chileno promedio. Me atemoriza la idea de volverme un hombre gris, y al parecer es verdad eso que dicen de que la cotidaneidad de los hechos negativos de la gran ciudad, hace que pierdas tu capacidad de impresión. No se si es mejor hacer algo para cambiar las cosas, o escapar hasta encontrar un mejor lugar donde vivir. De algo estoy seguro, mis hijos crecerán fuera de Santiago en un lugar donde la naturaleza esté a la vuelta de la esquina.

Bleo-.

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