domingo, 26 de diciembre de 2010

UNA BABOSA SONRISA.


El frío obliga a encorvarse. Los zapatos rotos dejan pasar la humedad mientras resbalo por los adoquines viejos, que están llenos de agua entre sus grietas por la lluvia del día anterior. Dicen que es una ciudad antigua, maligna, y que el peligro reina cuando el sol se esconde. El reloj marca las 01:50. Con un par de tragos en el cuerpo, y dejando atrás aquel bar con pinta de taberna pirata, camino de vuelta a ese motel. Pensé volver acompañado, pero en su ausencia, el frío de la noche sería un buen compañero. Mejor que ese verde Grog que corroe mas por fuera que por dentro. Eso pensé.

Unos cuantos pasos, y el sonido torpe de un tropiezo con una lata me aclara, que realmente no caminaba solo. Un escalofrío en la espalda me invita a mirar hacia atrás, pero ese viejo miedo a la oscuridad me conseja no hacerlo para no caer en la desesperación. "Podrían ser los ecos de mis pasos". Esa manera racional de autoconvencerme no funciona a esta hora, ni menos en este lugar. Sí, es una tierra sin ley y de psicopatas sueltos. En este contexto, una no grata compañía, no me gusta. Es una buena idea parar a prender un cigarrillo. Así tengo una buena escusa para apoyarme en esa muralla, y observar el camino que me sigue atrás. El ruido del silencio ensordece al callejón. Y me empiezo a dar cuenta que todo ya estaba en algún lugar de mi mente. Pienso que es un dejabú, pero no de esos momentáneos. Creo que estoy ahora en una especie de trance, y mi corazón salta fuerte, pero no de alegría.

Todos los detalles del palito de fósforo, chocando y raspando con la lija de la caja, explotan en luz y sonido, dando algo de vida y realidad a la situación. Lleno mis pulmones extaseados en nicotina y alquitrán, exhalo mirando hacia aquel farol colonial, y doblo mi cuello hacia la izquierda. Un escalofrío me hiela la sangre. A contra luz una silueta posa en medio del callejón, como esperando a que me mueva. Tiene un cuchillo en cada mano de un largo que casi llega al suelo. Sigo fumando y mi mano tiembla sin control. Y lo único que escucho es el latido desesperado de mi corazón, que al parecer quiere escapar de mí. Si, conoce y percibe el final mejor que yo.

Vuelvo a mirar y a mi mente viene el viejo dicho, "perro que ladra no muerde". Definitivamente este es el caso contrario. El vapor que logro ver de su respiración lo delata. Está muy agitado, como ansioso por algo. Los minutos se hacen eternos, infinitos y no me puedo mover. Es como si toda mi existencia girara ahora en aquel cigarrillo que se me acaba. Termino de fumar, y sin pensar, en una revelación en acto como una bengala en cámara lenta, lanzo la colilla desafiantemente hacia él. Y en el momento en que esta toca el suelo, la sombra cobra vida y corre hacia mi. Me supera. Estáticamente abro los brazos y una temerosa tranquilidad llena mi ser. Se que este momento pasará rápido y ya no habrá más. El tiempo ya no existe, ya no hablo ni en pasado ni presente. Nunca vi aquel túnel, tampoco un resumen de mi vida frente a mis ojos. No había que estar tranquilo. No, fue un error. Hasta los poco carnosos siervos corren para salvar su vida. Por un segundo llegué a comprender que la vida es una sola y esa mierda del más allá nunca existió. Clavó un cuchillo en mi cuello y otro en mi abdomen. Literalmente me rajó y el dolor lo resume todo. El sufrimiento se transforma en un grito que gorgotea en sangre. Caigo con espasmos en el suelo, ahora si puedo decir que todo es frío. No hay nada divino en la vida, ni el infierno ni el cielo. Solo aquel callejón sin salida. Negro el final en "fade out", y lo último que vi fue una babosa sonrisa.


Bleo-.

1 comentario:

  1. me encanta leer las cosas que escribes.
    Te amo mucho mi pensante pololo :) me recuerdas a alguien ... ami?

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